domingo, 21 de octubre de 2007

Sobre la brevedad


Andrés Rodríguez Resina fue mi profesor de Metafísica durante los estudios universitarios. Como sacerdote, fue invitado por el rector de una parroquia rural para oficiar la misa dominical. Era un domingo de julio tremendamente caluroso. Mientras conducía, se preguntaba qué podría decir durante la homilía a aquellos feligreses que tuviera alguna relación con el evangelio del día. Sin acabar de encontrar la respuesta, llegó a la iglesia y en la sacristía saludó al rector, que le esperaba frente a un ventilador. Le expresó su preocupación y el rector contestó: "Verá Don Andrés, ‘en época de melones no hay sermones’". Lejos de incomodarse por la respuesta, quedó fascinado por la síntesis magistral de lo que hubiera podido ser un discurso farragoso del tipo: Los fieles que asisten a la eucaristía en este pueblo, tanto más con la canícula, no parecen muy predispuestos..., además, hay que tener en cuenta que..., por lo que me permito sugerirle... De la frase "en época de melones no hay sermones" extrajo no menos de cincuenta enseñanzas, que me iba contando cuando lo visitaba mientras escuchábamos a Mozart.

Años más tarde, otro domingo de julio, estaba cenando con unos amigos en un restaurante chino situado en el concurrido paseo marítimo de Lloret. Al pedir la cuenta, la encargada, para congraciarse con nosotros, nos invitó a un licor de rosas y preguntó si nos había gustado la comida, a lo que respondimos afirmativamente. Por seguir la conversación, le comenté que no entendía que, con platos tan apetitosos a un precio módico, el restaurante no se viera más frecuentado. Dirigiendo una mirada compasiva a los numerosos paseantes, respondió: "Es que son muy pobres". Cinco palabras breves para decir: Mire usted, la mayor parte de los turistas de Lloret son jóvenes; no es que sean indigentes, pero el dinero que les sobra después de haber contratado el viaje prefieren emplearlo en discotecas y cubatas hasta el amanecer, comprando cualquier cosa que comen en la habitación del hotel. Quedé asombrado ante tanta concisión. Además, la escueta frase contiene una falsedad que debe ser interpretada con amplitud para dar con la verdad precisa de lo que se pretende expresar, cosa que la encargada supuso que haríamos sin problemas.

Podría seguir con más anécdotas, pero me he prometido ser breve.

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