domingo, 18 de noviembre de 2007

Elefantes


Era un lujoso restaurante, cuyo dueño estaba totalmente arruinado. Mientras conversábamos, entró un africano y dijo:
-Negro traer bonito elefante blanco. Dar suerte.
Lo compró por ahorrarse la insistencia y lo abandonó en un rincón.
Pasaron unos días y el negro regresó:
-Negro traer elefante más grande y más pequeño. Tu comprar. Tres hacer bonito conjunto.
El dueño buscó el elefante olvidado, comprobó las proporciones y los puso en una repisa. Ante la falta de clientes y después de las visitas de proveedores que se lamentaban de los cheques devueltos, se consolaba mirándolos.
-Negro gran sorpresa. Dos elefantes más. Mucho esfuerzo.
-Ya está bien de elefantes, ¿no crees?
-Tú no lógico. Faltar elefántes para lógica. Gran desgracia.
Se los quedó y los colocó en orden decreciente, mascullando:
-Con esta perspectiva parece que se acerquen lentamente.
Y se quedaba absorto durante horas. Su mujer lloraba.
Continuaron las visitas. Unas veces el negro llegaba con paquetes de notables proporciones:
-Hombre importante debe tener elefante grande para gran respeto.
Otras, venía con una lupa y un pequeño estuche. Entonces el dueño observaba:
-Tan pequeño, debe valer muy poco.
-Hombre grande valorar miniatura auténtica. Tú no tonto, hacer ver.
Un día, el dueño le preguntó cuándo acabaría la colección y el negro contestó:
-¿Tú saber cuándo tú acabar vida? ¿Para qué querer saber cuándo acabar colección? Mejor no saber.

Se preguntarán cómo terminó la historia. Ya saben... Mejor no saber.

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